La peligrosa razón por la que no se debe de comer la cabeza de los camarones
Los mariscos son uno de los muchos alimentos y recursos que el hombre puede obtener del mar. Estos productos han sido altamente explotados y consumidos por el ser humano, quienes disfrutan de su exquisito sabor.
Aunque sabemos que existen personas que no disfrutan tanto de su sabor, los mariscos son una excelente fuente de proteína y vitaminas que nuestro cuerpo necesita, pero, también están relacionados con reacciones alérgicas que pueden presentar los comensales.
Si eres un amante de los mariscos hay cosas que deberías de considerar antes de su consumo, una de ellas es asegurarte que el producto se encuentre fresco, debido a la rápida descomposición de este alimento perecedero.
También es importante garantizar una buena higiene antes de preparar este producto, ya que, tanto los crustáceos como los camarones y diferentes tipos de moluscos, se encuentran expuestos a una gran cantidad de patógenos, por lo que lavarlos será fundamental.
En el caso de los camarones, se recomienda eliminar la línea negra que corre desde la unión de la cabeza con el cuerpo y termina en las aletas, dado que, esta contiene los desechos fecales del animal y puede tener parásitos que perjudiquen tu salud.
Por último, se tiene que contemplar que, un alta ingesta de este alimento puede traer consigo consecuencias contraproducentes, alarmando, incluso diferentes Agencias alimentarias que han considerado, la cantidad de metales pesados que se pueden encontrar en este tipo de productos.
La frase de «el veneno no mata, sino la cantidad», nunca pudo quedar mejor aplicado y te diremos por qué a continuación.
¿Por qué no se deben comer o chupar las cabezas de los camarones?
La versatilidad de los camarones hace que protagonicen una gran cantidad de deliciosos platillos, entre los que destaca un refrescante cóctel o bien, un caldo elaborado con este crustáceo.
A pesar de ser recetas elaboradas con el mismo producto animal, se diferencian porque en el primer caso el camarón se encuentra «limpio» (sin la presencia de su cabeza, patas, aletas y caparazón (cáscara)); cosa que no ocurre en un caldo, dónde es fundamental dejar todas las piezas del crustáceo, garantizando así, una mayor concentración de sabor.
A la hora de degustar, los comensales tienen que usar sus manos para pelar el camarón, lo cual no representaría mayor problema, de no ser por el gusto culposo de consumir o chupar las cabezas de los crustáceos, las cuales, de acuerdo con La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), contienen una alta concentración de Cadmio.
El cadmio (Cd) es un metal pesado que se encuentra en el medioambiente de forma natural asociado a minerales de zinc, cobre o plomo, tiene muchas aplicaciones industriales por lo que su liberación al medio ambiente se ve incrementada por la acción del hombre.
Este metal pesado no tiene ninguna función biológica en humanos ni en animales, sin embargo, es altamente tóxico y suele acumularse en el hígado y riñones, pudiendo causar disfunción renal, desmineralización de los huesos, incluso, fallo renal y cáncer (después de años de acumulación).
Este metal se encuentra en niveles altos en mariscos, siendo la «cabeza de las gambas, langostinos, cigalas, etc. y en el cuerpo de los crustáceos (cuyos niveles de cadmio son altos, debido a que se acumula principalmente en el hepatopáncreas, que forma parte del aparato digestivo de los crustáceos y se localiza en la cabeza)»; los principales puntos de acumulación.
La ingesta de cadmio cuando se consume la cabeza supone 4 veces la ingesta que se obtendría al consumir solo el abdomen.