La razón por la que a nuestro cerebro le encanta procrastinar

La mayoría de nosotros hemos dejado las cosas para más tarde en algún momento de nuestras vidas. Probablemente estas personas procrastinadoras estén pensando que posponer una actividad (como hacer la tarea) a cambio de revisar las redes sociales no hace daño. Sin embargo, en muchas situaciones esto termina dirigiéndose a un extremo en la cual puede generarle graves problemas.
¿Por qué procrastinamos? Puede resultar un poco confuso si nos preguntamos ¿cómo es posible tener tan buenas intenciones y a su vez no ser lo suficientemente capaces de cumplir? Según estudio, el problema inicia cuando llega el momento de la decisión, nos resulta difícil hacer realmente lo que sabemos que debemos hacer. “Esto se debe a que en el momento de la decisión a menudo experimentamos un conflicto intrasubjetivo entre lo que deberíamos hacer y lo que queremos hacer”.
Es posible que nuestro cerebro tenga una tendencia a escoger la decisión en la que recibirá alguna satisfacción inmediata y no a largo plazo. Por ejemplo: ¿Comer un dulce o hacer ejercicio? Al comer un dulce podrás disfrutarlo en el momento, mientras que ver los resultados del entrenamiento llevaría hasta meses. Si te enfrentas a esta misma decisión pensando a largo plazo, seguramente elegirás hacer ejercicio, la cuestión es cuando llega el momento de decidirlo y la acción. En ese instante, sobrevaloramos los beneficios inmediatos y a su vez desmeritamos los que obtendrías a largo plazo.
Entonces, procrastinar no es sinónimo de pereza, sino que parece estar impregnado en nuestra propia biología. Es el resultado de una batalla entre el sistema límbico y la corteza prefrontal en nuestro cerebro. Mientras que su corteza prefrontal trabaja en establecer metas a largo plazo y regula el autocontrol, tu sistema límbico te ofrecerá placer por la recompensa momentánea.
Nuestros cerebros son propensos a procrastinar. De hecho, parece que les encanta. Sin embargo, lo que su cerebro prefiera no necesariamente es bueno. La procrastinación te hará sentir vergüenza y culpa, lo que a su vez conduce a procrastinar aún más, creando un círculo vicioso. La investigación dice que las personas que procrastinan tienen mayores niveles de estrés y menor bienestar.
Según la Asociación para la Ciencia Psicológica, no existe un único tipo de procrastinador, pero a lo largo de años de investigación han surgido varias impresiones generales. Los procrastinadores crónicos tienen problemas perpetuos para terminar las tareas, mientras que los situacionales se retrasan en función de la propia tarea. En ambos casos la tormenta perfecta de la procrastinación se produce cuando una tarea desagradable se encuentra con una persona de alta impulsividad y baja autodisciplina.
¿Cómo dejar de procrastinar? La gente suele optar por ser menos compasivos consigo mismos, algo que puede empeorar la situación. Por el contrario, debe ser más amable y dejar de culparse así mismo, además de ayudar a su corteza prefrontal a ganar la batalla. Ness Labs recomienda lo siguiente:
- Haz primero lo peor. Aplazar las tareas más temidas te restará energía mental, mientras que tacharlas de la lista te hará sentir más productivo.
- Crea trozos más pequeños. Haz el trabajo más pequeño definiendo tareas que te parezcan más manejables.
- Prueba el truco de los 10 minutos. Pon un temporizador y comprométete a trabajar en la tarea durante solo diez minutos y aprovéchalo al máximo.
- Trabaja en público. Aprovecha el poder de la presión positiva comprometiéndote públicamente con tus objetivos.
- Date una recompensa. Un regalo que te haces a ti mismo si trabajas -aunque sea un poco- en la tarea que has estado evitando.
Para poder llevar a cabo esto lo esencial es evitar las interrupciones. El teléfono móvil, por ejemplo, puede activar el modo avión o simplemente alejarlo de usted y así centrarse en su actividad importante. Ahora dependerá de la decisión que tome, el iniciar y cambiar sus hábitos o dejarlo para después.