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La explicación científica de las “mariposas en el estómago“ cuando te enamoras

FUENTE: CIRE Intervencionistas

¿Quién no se ha enamorado? Todos hemos pasado por esa bella etapa en la que no dejamos de sentir esas “maripositas en el estómago”. Este escenario de nuestras vidas desata consigo un coctel químico impresionante especialmente a nivel del cerebro. Analicemos parte por parte este bello proceso.

Las primeras etapas

En las primeras ocasiones de sentir tan apreciado sentimiento, el corazón comienza a palpitar con más fuerza, las palmas se vuelven húmedas y las mejillas se tiñen de rojo. Este preludio romántico es dirigido por una bomba de hormonas, entre ellas el cortisol, conocido como la hormona del estrés. En esta fase inicial, experimentamos la montaña rusa emocional del amor, donde la pasión y la ansiedad se mezclan en un torbellino que despierta los sentidos.

“Maripositas en el estómago”

En una nota de la UNAM, nos dice que la adrenalina juega un factor muy importante, un neuroquímico que establece nuestra reacción “luchahuida”, los músculos necesitan moverse de una manera rápida para escapar de los nervios que sentimos al momento de ver a esa persona, al hacer esto, nuestro desabasto transitorio de sangre se enfoca en los músculos y deja parcialmente sin flujo sanguíneo las zonas viscerales, enviando al cerebro una señal similar a cuando nos anda del baño, una agitación en la zona abdominal. Estas son las famosas “maripositas en el estómago”.

El aumento de los niveles de cortisol no solo desencadena el estrés, sino que también desempeña un papel crucial en la baja de la serotonina, el neurotransmisor responsable de regular el estado de ánimo. Esta disminución de serotonina nos permite tener pensamientos intensos y emociones fluctuantes, donde la preocupación y la esperanza se entrelazan en los típicos miedos del amor temprano.

El neurotransmisor que domina el placer

Sin embargo, la trama no se detiene aquí. El protagonista indiscutible que sigue es la dopamina. En el proceso de enamoramiento, se libera una avalancha de esta hormona, el químico que activa el sistema de recompensa en el cerebro. Este fenómeno crea una sensación de placer comparable a la euforia asociada con el consumo de algunos psicoactivos. Así, el amor se convierte en una experiencia placentera que nos sumerge en un estado de éxtasis y alegría.

FUENTE: Getty Images
Otra hormona entra en juego y esta vez para quedarse

A medida que la trama se desenvuelve, entra en escena la oxitocina, cariñosamente conocida como la «hormona del amor«. Esta sustancia química se eleva, creando un ambiente de satisfacción, calma y seguridad, características de la unión y estabilidad de pareja. La oxitocina establece un puente emocional entre los amantes, fortaleciendo los lazos y creando una conexión profunda que va más allá de lo meramente físico.

Vasopresina

Pero la sinfonía no estaría completa sin la contribución de la vasopresina. Esta hormona, también liberada durante el enamoramiento, está vinculada al comportamiento que genera relaciones monógamas a largo plazo. La vasopresina actúa para hacer que el individuo entre en un compromiso y estabilidad en la relación, llevando al amor más allá de las emociones fugaces hacia una conexión duradera.

Desde que  empezamos a observar con detenimiento aquella persona que nos gusta hasta que formalizamos de manera madura y consciente una relación de pareja, el cerebro orquesta todas estas emociones creando señales a nivel de neuroquímica. Los procesos son totalmente distintos y la hormona predominante puede variar de acuerdo a la etapa del proceso, a las condiciones ambientales que se presenten y a las necesidades de querer querer a una persona tan importante en nuestras vidas, románticamente hablando.

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Luis Arana

Químico de profesión, ama la bioquímica y los procesos metabólicos. Fiel amante de la poesía.

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