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Gallina o gallo, ¿qué comemos en un “pollo” rostizado?

FUENTE: Getty Images

En el 2023, los datos oficiales revelan que los argentinos están devorando aproximadamente 47,9 kilos de esta suculenta carne por habitante, cifra que se proyecta alcanzar los 50 kilos para el 2025. Este crecimiento sostenido ha llevado a una pregunta intrigante: ¿el pollo que disfrutamos es un gallo o una gallina, y realmente importa?

Antes de sumergirnos en esta jugosa incógnita, es crucial entender las bases. El pollo, en términos generales, es la subespecie doméstica de la especie Gallus gallus. Dentro de esta familia, nos encontramos con el gallo, el macho, y la gallina, la hembra. Pero, ¿por qué utilizamos el término «pollo» para referirnos a ambos sexos y a las aves jóvenes?

La respuesta radica en la práctica común de criar estos animales para el consumo humano. La industria avícola, al criarlos de manera masiva, no distingue entre gallos y gallinas, ya que ambos son destinados a la producción de carne. Estos pollos son sometidos a un régimen de engorde que dura aproximadamente dos meses, esperando alcanzar el tamaño adecuado antes de ser enviados para su procesamiento.

Ahora bien, a pesar de este enfoque industrial que trata a todos los pollos por igual, algunos expertos sugieren que sí hay una diferencia, aunque sutil, entre el sabor de un gallo y una gallina. Puede que no sea un matiz que salte a simple vista, pero aquellos que han investigado a fondo el tema aseguran que existe una ligera variación en el paladar.

¿Por qué, entonces, deberíamos preocuparnos por esta distinción de género cuando sabemos que todos ellos terminarán en nuestro plato de todas formas?

La respuesta está en la curiosidad gastronómica y en la búsqueda de la experiencia culinaria más completa. Aunque el común de los mortales pueda saborear ambos sin notar una gran diferencia, algunos paladares más refinados podrían percibir matices que añaden un toque distintivo a sus platos.

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Esta leve discrepancia en el sabor se atribuye a las diferencias hormonales y de desarrollo entre gallos y gallinas. Los gallos, al ser machos, tienden a desarrollar músculos de una manera ligeramente diferente a las gallinas. Algunos defensores de la distinción incluso afirman que la carne de gallo es más firme y tiene un sabor más robusto en comparación con la más suave carne de gallina.

Sin embargo, es vital destacar que estas diferencias son tan tenues que podrían pasar desapercibidas para la mayoría de los paladares comunes. La realidad es que, para el consumidor promedio, la elección entre gallo y gallina puede ser más una cuestión de preferencia personal o incluso de disponibilidad en el mercado, ya que los criadores masivos no discriminan entre sexos.

Así que, la próxima vez que disfrutes de un plato de pollo, ten en cuenta que la respuesta a la pregunta «¿es gallo o gallina?» es un poco más complicada de lo que parece. Aunque la industria no haga distinciones, algunos paladares más agudos podrían detectar esos matices sutiles que hacen que la experiencia culinaria sea aún más fascinante. ¡Buen provecho!

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Luis Arana

Químico de profesión, ama la bioquímica y los procesos metabólicos. Fiel amante de la poesía.

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